viernes, 7. septiembre 2007

Epitafios críticos I:El MIR y sus cuatro encarnaciones


Por:Rafael Sagárnaga Tres muertes confirmadas, otra por confirmar, y un herido de muerte es lo que ha sumado la historia política boliviana entre diciembre y enero. Así cinco de los partidos que marcaron el destino del país pasaron a peor vida. Fueron casos verdaderamente dramáticos que abarcan desde el suicidio consentido hasta la autofagia y el deceso por abandono. Pero, en fin, ese ha sido el destino del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), Acción Democrática Nacionalista (ADN), el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP), la Nueva Fuerza Republicana (NFR) y tal vez el propio Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

A manera de epitafio vale la pena empezar los recuerdos por el MIR. Gracias a las reglamentaciones electorales, parece sostenerse en una vida vegetativa a la espera de un milagro de proporciones. Durante su existencia se identificó o fue identificado con al menos tres célebres animales. Las mutaciones le han dado su particular perfil, que naturalmente toda criatura suma entre virtudes y defectos. En este caso del valor a la villanía extremos.

Posiblemente al Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) más de uno lo recuerde por su cuna heroica. El MIR nació entre el 25 de mayo y el 7 septiembre de 1971. Jóvenes seducidos por la idea del socialismo, conmovidos con las muertes del Che y de Néstor Paz Zamora organizaron primero el Comité de Integración Revolucionaria del MIR (CIR-MIR). Surgieron como un exitoso frente universitario. Su objetivo central: “aportar eficazmente en el proceso revolucionario boliviano”.

Etapa 1- “Los leones”

Su emblema era un Cristo con el fusil al hombro (2). Sin embargo, en términos de la lucha entre estrategias, se autoatribuía la condición “de grupo elitario, radicalizado y “león”. Esto por su beligerante afán de imponer nuevos criterios de interpretación de la realidad política.

Bolivia vivía inmersa en el límite del enfrentamiento. Las movilizaciones callejeras y llamados a la insurrección se alternaban con asaltos armados de haciendas, secuestros y tomas de oficinas públicas. En ese contexto más allá de las aulas, la principal palestra mirista fueron las tribunas de la Asamblea Popular. El llamado “primer soviet de América” funcionaba en el palacio legislativo mientras gobernaba el general izquierdista Juan José Torres.

“Óscar Eid decía en la Asamblea Popular: “Vamos a encarnar la conducta del Che, velaremos porque el pueblo tenga qué comer y con qué vestirse antes de pensar en lo que nosotros necesitemos para sustento”, recordó hace unas semanas el ahora ex senador Filemón Escobar, uno de los testigos de ese lugar y ese tiempo.

Pero llegaron agosto 21 y la asonada encabezada por Hugo Banzer. “La reacción fue respaldada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz y la derechista Falange Socialista Boliviana (FSB). Las armas y los dólares llegaron desde Brasil y EEUU. Los miristas junto a otros grupos de izquierda combatieron contra militares y fascistas en las calles y las universidades de La Paz y Santa Cruz. Allí murieron Samuel Rojas y Esteban Alí. En menos de cuatro días toda resistencia se hizo estéril y se inició para el MIR una etapa de persecuciones y exilios.

El 7 de septiembre de 1971, en una casa de Tembladerani, Jaime Paz Zamora y Antonio Araníbar presentaron el documento fundacional del partido. Bajo el acecho de torturadores expertos, cerca de una decena de militantes de la Dirección Nacional Clandestina del CIR-MIR dieron nacimiento al MIR. Su objetivo final era “la conquista del poder por la clase obrera”; la meta inmediata derrocar a la dictadura. El acto tuvo eco entre los exiliados, especialmente los de la regional de Santiago de Chile.

Así nació el MIR, pero en los siguientes meses la represión diezmó sus emprendimientos iniciales. Decenas cayeron presos, otros llegaron a la inmolación. Hubo casos tan conmovedores como aquel de mayo del 72. Un joven militante, Carlos Bayro, quien permitía los enlaces entre los dirigentes de la clandestinidad, murió tras horas de torturas. Prefirió la muerte antes que delatar a Paz Zamora, Eid y Araníbar.

Luego, en septiembre de 1973, en Santiago, los dirigentes Jorge Ríos Dalenz e Ignacio Soto fueron asesinados por los agentes de Pinochet. Uno en el tristemente célebre estadio nacional durante las ejecuciones sumarias. El otro fue acribillado tras una inclemente persecución.

Así el plan Cóndor y la generalización de las dictaduras fascistas en Sudamérica alejó a los exiliados hacia México y Europa. La Dirección Clandestina fue encargada a “los changos”, jóvenes incluso de menos de 20 años, mientras los líderes miristas buscaron fortalecerse afuera. La época de los leones concluía.

Etapa II- Los zorros

Entre 1974 y 1976, Paz Zamora, Eid y Araníbar impulsaron progresivamente el viraje ideológico hacia la “izquierda viable” y la “Teoría del Entronque Histórico con la Revolución Nacional”, vale decir, llevar la revolución nacional de 1952 al socialismo. Se desataron duras polémicas con “los changos”, encabezados por líderes como el minero Artemio Camargo y el fabril Wálter Delgadillo. Tanto dentro como fuera del MIR la lucha por el poder empezó a basarse en negociaciones. La imagen ligada a los guerrilleros del Che cambió por la de los operadores políticos. Surgieron los “miristas zorros”, los estrategas políticos (3).

En la polémica interna, unos apostaban a la línea de masas, la extensión hacia las minas y fábricas y la resistencia activa a la dictadura para dar paso a la insurrección. Otros iniciaron acercamientos con el MNR e incluso los militares “progresistas” para precipitar un golpe de Estado.

Pese a las diferencias no hubo ruptura. Banzer cayó en 1978 debilitado por las presiones obreras en las que los miristas de la línea de masas, encabezados por Camargo y Delgadillo, habían ganado notable fuerza. Por su parte, la otra ala del MIR, liderada por Paz, Araníbar y Eid, articuló un vigoroso frente electoral: la Unidad Democrática y Popular (UDP). A su vez, los militares progresistas ligados al MIR lograron hacerse en 1978 del poder y encausaron el retorno a la democracia.

Meses antes, el delfín de Banzer, Juan Pereda, no pudo consumar un fraude electoral ante una imponente votación a favor de la UDP. La siguiente elección de 1979 no tuvo un ganador entre la UDP y el MNR. Derivó en el interinato de Wálter Guevara y éste, en el sangriento golpe de Alberto Natush. La participación en la asonada del MNR desgastó a viejos políticos y a los militares, y favoreció a opciones como el MIR.

Entonces el MIR, sin superar su debate interno, se orientó a potenciar su presencia dentro de la UDP. El frente lo coaligó con el Partido Comunista (PC) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI). La lucha electoral volvió a enfrentarlo a un Banzer, reacomodado tras Acción Democrática Nacionalista (ADN), y al MNR de Víctor Paz.

En ese lapso, otro militante mirista fue asesinado cuando un grupo de paramilitares derechistas quiso impedir una proclamación en Santa Cruz. El 20 de mayo de 1979 Édgar Vásquez cayó acribillado en la pista del aeropuerto del Trompillo.

Para entonces el MIR había crecido geométricamente y “los zorros” diseñaron la estrategia de poder aún a costa de la UDP. El nuevo perfil mirista se proyectó en un acto de masas sin precedentes el 26 de enero de 1980. Más de 2.000 delegados se reunieron en el “Encuentro Mirista” realizado en el cine México de La Paz. La euforia superó a los matices ideológicos, vítores saludaron a los mártires para quienes se había dejado butacas vacías en la primera fila.

Entonces Guillermo Capobianco recordó los postulados éticos: “Ratifiquémoslo delante de la memoria de nuestros mártires, de que jamás ensuciaremos nuestras manos con la mierda institucionalizada de la corrupción de este país (...). Porque el MIR, compañeros y compañeras, tiene una moral probada. Cuando nuestros enemigos les afirmen: `he visto a Toño, he visto a Jaime, he visto a Óscar empozando fuertes sumas de dinero en los bancos, comprando lujosas residencias, quémense las manos, quémense las manos compañeros, porque eso jamás va a suceder...”.

Cinco meses después, Paz Zamora, candidato a la vicepresidencia y líder del MIR, sobrevivió a un atentado contra la avioneta en que viajaba sobre la población de Laja. Cuatro de sus acompañantes del MNRI y el PC murieron. Él fue trasladado a EEUU con quemaduras graves en el rostro y las manos. Pocos días más tarde la UDP ganó la elección, pero el golpe de Luis García Meza frustró su llegada al poder.

Respaldado en un principio por Banzer y financiado por el narcotráfico, el nuevo tirano se sostuvo apenas 13 meses en medio del repudio internacional. Una nueva Dirección Nacional Clandestina (DNC) del MIR accionaba en el país. Entre sus líderes estaban Camargo y Delgadillo. Mientras, Paz Zamora encabezó en el exterior una intensa campaña contra el régimen militar. Pese a la lucha común, entre ambas alas volvieron a marcarse contradicciones.

Para superarlas Paz Zamora y Eid organizaron un seminario los primeros días de enero para definir líneas programáticas en Lima. Allí la cabeza del MIR definió “al enemigo del pueblo” en su documento de conclusiones: “...Está constituido por aquellas fracciones burguesas ligadas a intereses antinacionales y que además tienen carácter delincuencial, porque están vinculadas al narcotráfico, al contrabando, los negociados, la corrupción y otras formas ilícitas de apropiación de los recursos del Estado (...)”. Paz Zamora definió la confrontación más escuetamente: “...pueblo contra hijos de puta...”.

El 15 de enero de 1981, el MIR realizó su más cara ofrenda a la historia, la dictadura asesinó a ocho de los miembros de la DNC en una casa de la calle Harrington. Artemio Camargo, Arcil Menacho, Ramiro Velasco, José Suárez, Ricardo Navarro, Gonzalo Barrón, José Reyes y Jorge Baldivieso murieron acribillados a mansalva tras ser ubicados por los militares. Dieciocho meses más tarde los militares abandonaron el poder acosados por presiones internas, externas y por una incontenible crisis económica.

Etapa III- Los gallos

En ese lapso, las diferencias internas en la UDP como en el MIR se agudizaron y empezó a nacer la época de los gallos. En sus afanes de retornar con mayores perspectivas de poder, Paz Zamora se acercó al MNR, sectores empresariales, militares y hasta lanzó guiños a la ADN de Banzer. En una conferencia de prensa a medios internacionales, brindada a fines de 1981, el líder mirista se refirió a los ciclos militaristas. Allí señaló que “el gran exponente de este sector fue el difunto general René Barrientos; su gran estadista el general Hugo Banzer y su expresión decadente, delincuente y corrupta, el General Luis García Meza”.

Los vínculos con células de uniformados permitieron bosquejar la posibilidad de formar un gobierno civil-militar. Las alusiones a un MIR golpista forzaron al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido a emitir un comunicado difícil de aplicar en otros tiempos.

“Nunca hemos pretendido, menos hoy, llegar al gobierno sorprendiendo al pueblo, como los maleantes, por la ventana espúrea de la componenda politiquera. Ejerceremos el poder entrando por la puerta ancha y limpia del mandato popular, democrática y libremente expresado”.

Al retirarse los militares del poder en octubre de 1982, Paz Estenssoro y Banzer le cedieron la presidencia a una UDP “herida de muerte”, en términos de los propios miristas. Éstos curiosamente demandaron el gobierno y no nuevas elecciones bajo el lema de “el hambre no espera”.

Así la UDP fue una catástrofe sucesiva en todos los campos, tras desatarse una crisis económica sin precedentes. En el principio de una debacle monetaria, el ministro mirista Ernesto Araníbar lanzó una medida detonante: la desdolarización. Los llamados a “la quema de manos” empezaron a hacerse frecuentes poco después cuando más de un militante fue descubierto negociando con cupos de los alimentos, justo cuando el país había entrado en una época de dramática escasez.

Políticamente la UDP en pocos meses se fraccionó con la salida del propio MIR. Paz Zamora era un vicepresidente automarginado. En junio de 1984 los militares cercanos a la ADN, el MNR e increíblemente el MIR, incluido el propio edecán del segundo mandatario, Luis Ardaya, ensayaron un golpe de Estado secuestrando al presidente Siles. Paz Zamora había viajado horas antes a Europa.

Pocos meses más tarde, la UDP se precipitaba hacia el adelanto de la conclusión del mandato presidencial. El MIR se fraccionó en tres. Delgadillo se alejó fundando el MIR-Masas y Araníbar el MIR-Bolivia Libre. A mediados de 1985 la sigla finalmente se quedó con el grupo de Paz Zamora y Eid.

Mientras, en decenas de militantes miristas empezaban a cuajar los principios de la socialdemocracia brindados en la universidad de Lovaina. Allí los becarios de las dictaduras solían festejar la fiesta de la Walonía marcada por los símbolos del gallo y bajo los colores naranja y azul.

Los escudados en la sigla MIR entraron desde entonces en círculo del MNR y la ADN. Fueron creciente sostén de los futuros gobiernos que ejecutaron el modelo neoliberal sobre los restos de una izquierda acabada por la historia. En 1989, bajo perfiles ya empresariales y de ejecutivos de organizaciones no gubernamentales, los nuevos miristas proclamaron a Jaime Paz y a una tercera fuerza del nuevo sistema. El 4 de abril de ese año ante un congreso juvenil posiblemente lanzó su última mirada a los leones de los 70. “El mejor honor que nosotros le haremos a Carlos Bayro y a los que se inmolaron en esos siete años de dura represión y heroica clandestinidad es derrotar a Banzer en las elecciones”.

Etapa IV- Los camaleones

Cuatro meses más tarde, acciones y discursos empezaron una imparable serie de sistemáticas negaciones a 18 años de historia. El MIR-NM de Paz Zamora no homenajeó al valeroso y leal Bayro, mucho más al contrario se matrimonió con el ex dictador. Luego se transformó en parte de esa clase ligada a la corrupción, el narcotráfico y los delitos contra el Estado que Jaime clasificó en 1981 en la contradicción “hijos de puta contra el pueblo”. Ni Jaime ni Óscar podrían ya prometer llegar al gobierno “por la puerta ancha” y “no como los maleantes en base a espúreas componendas politiqueras”. Nadie, como Capobianco ante el Encuentro, ya habría podido pedir a la militancia que se queme las manos por la honestidad de los líderes.

A decir de muchos, fue la muerte “espiritual” de ese MIR cuyo último vestigio, la sigla, sobrevive en estos días en el archivo de la Corte Electoral. Claro, quedan en el recuerdo las imágenes de la sonriente entrega de la presidencia al propio Banzer en 1997 o la firma del cogobierno con Sánchez de Lozada en 2002. Entonces Paz Zamora decía compungido: “¡Que difícil es amar a Bolivia!”. Quedan las filmaciones de una sede incendiada y saqueada hasta los marcos y los machimbres en octubre de 2003. Se recuerda una especie de agonía con la afiebrada campaña de la bancada mirista de Hormando Vaca Díez buscando la salida de Carlos Mesa en mayo de 2005. Quien sabe fue la muerte física. Ya en septiembre, el propio Paz Zamora se resistió a candidatear a prefecto bajo la sigla del MIR. Fue su última aparición sentida antes de la huida, hace dos semanas en medio de una lluvia de cáscaras y envoltorios, de una plaza Murillo en la que no quedaban ni leones, ni zorros ni gallos, ni siquiera camaleones.


 
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