miércoles, 13. noviembre 2002

El tren Mexicano y la lucha de clases


Sobre maderas de quebracho tarijeño
y por encima de aceros oxidados venian y dejaban de venir las locomotoras del olvido. Eran trenes que achacosa y lastimeramente funcionaban gracias a las bondades energeticas del carbon lo cual era arrojado intermitentemente por forzudos fogoneros a la barriga infernal del caballo de acero para dar aliento y fuerza la la descomunal maza de fierro.

Estos trenes eran negros y largos con campanitas y pitos en el techo que se acercaban a las ciudades con su ulular simpatico y su trote fandangero.

Ademas de ser llamados cargueros, pasajeros, etc, eran apropiadamente llamados Mexicanos porque venian como racimos de uvas cargados de parroquianos de toda laya, verduras para la reventa, motes y huiros para el c'jockawi de los tatas y una diversa fauna compuesta de gallos, conejos de castilla, perros ovejeros, loros de conjeturas y monos de fortuna.

Muchos de los humanos eran gentes en transito sin destino cabal quienes abarrotaban los miserables compartimientos llamados maleteras con sus valijas redondas de aguayo multicolor, otros eran comericiantes que viajaban de frontera a frontera en pos del pan y la moneda y otros como nosotros quienes (lamentablemente) necesitaban del bicho este para continuar con nuestra epopeya de gitanos andantes.

La fauna transitante era dominada por los polvorientos gallos de medianoche y atardecersers olvidados cuyos oprimidos cantos dibujaban el paisaje recondito donde los amaneceres son interminables y los parajes son distantes.

Estos trenes poseian 2 tipos de servicios llamados Clase Primera y naturalmente Clase Segunda y de yapa tenia un coche comedor donde servian pan con mantequilla, cafe copacabana y mates de coca. La famosa clase segunda eran esos vagones parecidas a las papayas, verdes por fuera anaranjados por dentro. Estos mal llamados coches tenian ventanas de metal con un par de infaltables vidrios rotos por donde entraban silbando los vientos del sur y te ponian las manos mas lilas que las camisolas del Real Potosi, y para empeorar las condiciones anatomicas de los viajeros tenia unos asientos de madera mas duros que las piedras de cantumarca. Esta era la clase nuestra.

Una de las cosas mas aniquilantes de la Clase Segunda, aparte de sus curvaturas claustrofobicas era soportar el olor a pedos combinados de los comensales de turno y de las mascotas arrabaleras. Digo soportar, porque de cuando en cuando, mis hermanos y yo teniamos que arrugarnos como concertinas debajo de los asientos y nuestra madre y/o abuela nos tendia por encima la consabida colcha de viaje para ocultarnos del cobrador de boletos. Agazapados como vizcachas esperabamos a que conductor pase de lado.

El conductor y/o boletero era el hombre alto de bigote negro, traje plomo y gorrita bolchevique estilo Lenin que aprarecia como fantasma en cada estacion para ponerte unos agujeritos en los boletos y verificar asi que no estabas viajando de contrabando.

El pago por burlar tal vigilancia y ahorarse unos centavos era como ya lo dije soportar ese vapor telurico de las emulsiones intestinales de los cholos comerciantes y los mineros turistas, el olor a meado de los monos cuentafortunas, y el pasmoso aliento de los gatos siameses, quienes en conjura y sobrada sinverguenzura se pedeaban y meaban sin consuelo ni compostura para enajenacion general de los viajeros y para destrozar los artilagos de nuestros olfatos pubertinos.

No es dificil de adivinar la composicion gaseosa de la atmosfera asfixiante de esos coches porque esta ampliamente documentado que solo basta una racion de tostado de haba seca, un puñado de papas frias rebozadas en aji augado, un par de chuñofujtis del ckjockawi y unos sorbitos de ese cafe ckayhuido para producirte ese combustible mas condensado que polvora.

La clase Primera era un poquito mejor pero era desmesuradamente cara de tal manera que viajar en primera estaba fuera de nuestro dominio. Esta clase era "superior"porque tenian asientos de cuero curtido y con una palanquita se movian de atras para adelante y viceversa y por primera vez la palabra reclinable se volvio popular en el lexico criollo pero aunque asi y todo no tenia calefaccion pese a que la panza del feroz animal ardia a miles de grados de temperatura. En fin, comodidad era una palabra desconocida en los manuales del ferrocarril boliviano.

Pese a lo arriba mencionado, la demanda por pasajes era terrible y el asunto era politizado a tal extremo que no solo se producia una tremenda "lucha de clases" entre los miembros de primera y los de segunda pero tambien habia que competir con la fauna itinerante para agarrar esos susodichos asientos como se decia en aquel entonces.

El agarrar los asientos no era tarea facil ni placentera es mas fue siempre una necesidad angustiante y llena de peligro que te hacian comer las uñas en espera de la espera que desepera. Uno tenia que viajar (en camion y a cielo abierto) con antelacion a una de las deserticas paradas para arrimarse al vuelo de uno los barrotes colgantes de la bestia en movimiento.

Luego del salto mortal y el espasmo ante lo atrevido, habia que someterse en sus dominios y reclamar propiedad echando unos p'hullus para cubrir por lo menos dos asientos, de esos que dan cara a cara.

Como nostros los manirotos eramos unos parvulos que no podiamos ni limpiarnos nuestras velas, era la famosa tia Pepa, la encargada de tal mision para lo cual ella viajaba ya sea a Cebadillas o Don Diego para encaramarse como garrapata en los intestinos de la bestia de fierro.

Sera porque la necesidad tiene cara de hereje o porque el desafio al peligro fue siempre natural en ella o que el don de servicio eterno de la tia hizo que ella desempeñara tal mision muchas veces y cada vez valga la pena agregar lo hizo con coraje, rebeldia y una experiencia innata en el arte del salto al vuelo.

Fue asi que gracias a ella la tropa nuestra podia arribar a destino y/o experimentar el proceso ferrocarrilero llamado "viaje".

A eso de las cinco de la tarde, con el pito sonando y las campanas repiqueteando la vibora de metal se deslizaba lentamente curveando la estacion Taiton, pasando por las casuchas de mineros y el promontorio acopajirado de Velarde y se enrrumbaba cuesta arriba lamiendo las laderas del sumaj orcko para desaparecer en las punas atormentadas del altiplano occidental.

Agua de Castilla era quiza la primera estacion y mas allacito 33 y mas alla estaba Condoriri, mas aquisito Rio Mulato y muy cerquita de ahi , Colchani y Pulacayo y mas allacito se erguia la eclectica Uyuni, ese pedacito de paisaje marciano con su manantial de sal y su cementerio de primas y hermanas del mismisimo tren.

Paraje tras paraje, paja brava tras paja brava toda la pampa era un confin de planitudes olvidadas habitadas por la plebe del lugar, por los guanacos indomables y los ocacionales pajaros de mal aguero que revoloteaban encima .

Ese paisaje surreal y violento servian de telon de fondo para el poniente del crepusculo cotidiano cuya miseria humana recordaba la inaudita pobreza de la gentuza. Desde los ventanales se podia ver la cara de deseperacion de las imillas cuyas caritas curtidas por los azotes del tiempo eran mas duras que zuelas de zapato y asi estoicamente delataban ante los viajeros sobre el conjuro criollo de los despotas de mil centurias que jamas les valio un carajo ni la geopolitica nacional ni mucho menos el desarrollo regional de esas punas melancolicas y ni para que hablar de paliar las condiciones viajeras de los viajantes mexicanos.

Pasando por los arenales uno llegaba a la estacion de Cerdas para luego continuar viaje hacia Cochaya. Chocaya era el punto o bifurcacion donde se dividia el camino. O al norte a ser minero y morir con mal de mina o al sur rumbo a cotagaita a ser campesino y morir con la espalda rota o terminar extendiendo la mano de mendigo en alguna bulliciosa esquina de la capital indeferente.

Chocaya era un dilapidado salon de cemento, promontorio de destartaldos vagones y casitas de aluminio donde el jefe de estacion y su tribu eran talvez los unicos habitantes de tan desconocida ruta tusirstica.

De Chocaya para arriba uno pasaba por Santa Ana y mas arribita pasando por el obscuro tunel uno llegaba a soc...

Hasta aqui nomas con eso de las estaciones porque el tema de este relato es el tren., chu-chu-chu-----hasta pronto


 
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